lunes, 15 de marzo de 2021

La babosa marina que se decapita a sí misma para regenerar su cuerpo

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Elysia marginata es una babosa marina un tanto extraña. Vive en el suelo marino y se alimenta de algas, como tantas otras babosas o animales del mar. Su peculiaridad radica en la forma que tiene de regenerarse. Para ello se corta a sí misma la cabeza con tal de deshacerse del cuerpo enfermo. Luego regenera un cuerpo nuevo como si nada hubiera pasado.

Un nuevo estudio de Japón revela cómo ciertas babosas marinas pueden extirparse intencionalmente todo su cuerpo excepto la cabeza para hacer crecer uno nuevo. El descubrimiento fue posible de casualidad, cuando una investigadora descubrió que la babosa marina vivía en el laboratorio sin cuerpo alguno y sólo moviendo la cabeza para comer algas de a su alrededor.

En investigaciones posteriores realizadas se observó como múltiples babosas se decapitaban a sí mismas durante su vida. No todas las babosas marinas se desprenden de su cuerpo ni todas sobreviven tras hacerlo. Sin embargo, es un proceso que al parecer se da cuando el cuerpo es infectado. Los investigadores descubrieron que las babosas que adquirían un parásito marino propio de los crustáceos, se deshacían del cuerpo para deshacerse del parásito.


Alrededor del 30% de las babosas de mar consiguieron regenerar un cuerpo nuevo tras haberse deshecho del viejo. Si hay tan pocas posibilidades de supervivencia, ¿por qué cortarse el cuerpo? Porque las posibilidades de sobrevivir con el parásito son aun menores, por lo tanto deciden tomar el riesgo. Las babosas mas jóvenes al parecer tenían más opciones de regenerar un cuerpo con éxito.

El proceso mediante la babosa se decapita a sí misma es de lo más curioso. No requiere de cortes ni procesos bruscos. En su lugar la babosa autodestruye parte de los tejidos del cuello para que se pueda desprender después la cabeza del cuerpo. Es decir, deja de alimentar células del cuello para que mueran y el cuerpo acabe separándose.


El punto interesante de esto es cómo la babosa puede regenerar partes vitales del cuerpo para vivir. Quedándose sólo con la cabeza se deshace por ejemplo del corazón. Si bien el cuerpo decapitado puede reaccionar a estímulos durante varios meses, al final acaba muriendo al no tener la cabeza con la que alimentarse y coordinarse.

La cabeza por su parte sobrevive y genera un nuevo cuerpo en cuestión de tres semanas. Mientras tanto se alimenta con la boca y también mediante una especie de fotosíntesis que es capaz de realizar en los momentos mas críticos. La babosa no tiene células para producir energía por fotosíntesis, sin embargo, se alimenta de algas con cloroplastos que sí realizan la fotosíntesis. Estos cloroplastos los distribuye por su cuerpo para que sigan generando azúcares con la luz solar durante semanas o incluso meses.

Una vez comienza el proceso de reconstrucción del cuerpo, la babosa regenera de nuevo los órganos vitales que este poseía como puede ser el corazón. Cuerpo nuevo, vida nueva.

Fuente: NYT



miércoles, 24 de febrero de 2021

Crisis climática tiene un impacto en el comportamiento de los seres vivos

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Una investigación ha detectado que la crisis climática está provocando que las especies no se encuentren actualmente sincronizadas con las señales de su entorno y que se produzca una pérdida de sincronización entre eventos periódicos como la floración de las plantas, la migración de las aves o la eclosión de los insectos.

El estudio, liderado por la Universidad de Oviedo y en el que también han colaborado la Universidad de Helsinki y la Swedish University of Agricultural Sciences, aborda esos eventos periódicos que se observan en la naturaleza y que se conocen como fenología, ha informado este miércoles la institución académica asturiana.

El trabajo, publicado en las revistas Nature Climate Change y Proceedings of the National Academy of Sciences of America, apunta que, para que las plantas florezcan cuando sus polinizadores están cerca o para que las aves se reproduzcan cuando hay comida para sus polluelos estas especies deben seguir las señales de su entorno.

Crisis climática

Los investigadores han recogido meticulosamente observaciones de cientos de eventos fenológicos durante décadas en más de 150 áreas protegidas en toda la región de la ex Unión Soviética, lo que ha abierto una oportunidad sin precedentes para explorar las respuestas al cambio climático en un área enorme y en una escala de tiempo muy larga.

Los resultados evidencian grandes diferencias locales en la forma en que las especies responden a las variaciones de un año a otro.

“Tenemos información sobre eventos fenológicos muy diferentes de aves, mamíferos, anfibios, plantas, reptiles, que van desde el primer canto del carbonero hasta la aparición del sapo común y la caída de las hojas del abedul”, observa la autora principal del estudio, María del Mar Delgado, de la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad de la Universidad de Oviedo.

Lo que se ha observado es una rigidez general en la respuesta de las especies a las variaciones del clima de un año para otro, puntualiza la investigadora, que señala que, en particular, cuanto más cálido es el año, mayor es la desincronización entre los eventos fenológicos y las señales del entorno.

Además de esto, se ha observado que existen grandes diferencias entre estaciones y sitios y que, en la enorme región de la ex Unión Soviética, la velocidad a la que los eventos fenológicos están cambiando en el tiempo depende de cuándo ocurre el evento (primavera u otoño), el nivel trófico al que pertenecen las especies (plantas, herbívoros o depredadores) y si se encuentran en sitios cálidos (sur) o fríos (norte).

Por su parte, el profesor Tomas Roslin (Swedish University of Agricultural Sciences), otro de los autores principales de este estudio, explica que el desajuste observado “es el resultado de la evolución pasada de las diferentes especies a las condiciones locales que limitan su capacidad para adaptarse a las nuevas condiciones impuestas por el cambio climático”.

A lo largo de muchas décadas, en algunos casos un siglo completo, numerosas personas dentro del ámbito científico han estado recogiendo datos sobre eventos fenológicos en más de 150 áreas protegidas en la antigua Unión Soviética, que se han ido recopilando en un informe anual, uno para cada año y para cada área protegida.

“Durante mucho tiempo esta contribución científica única quedó oculta en los archivos. Pero durante la última década hemos estado trabajando para movilizar estos datos con un grupo increíble de más de 300 colegas pertenecientes a más de 80 organizaciones de Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Kirguistán y Uzbekistán”, explica Evgeniy Meyke, de la Universidad de Helsinki (Finlandia), quien junto a Otso Ovaskainen -de la misma universidad- ha coordinado esta inmensa base de datos.

Fuente: EFE

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